El legado ancestral de la cultura caribeña
La historia nos enseña que ha sido la identidad cultural y nuestro patrimonio la principal fuente de fortaleza e inspiración para nuestro pueblo
Por demasiado tiempo hemos tomado una sola versión de nuestra historia basada en relatos donde nuestros pueblos originarios caribeños son vistos como salvajes, extinguidos, inexistentes y olvidados en nuestro presente.
Gracias a estudios recientes en genética, arqueología y antropología, se han revelado otras versiones complementarias de la historia donde encontramos que la extinción de nuestros pueblos originarios es un mito que ha encontrado su muerte con las evidencias científicas y culturales. A pesar de enfrentar uno de los más grandes genocidios de la historia y el planeta, nuestros pueblos originarios encontraron diversas formas de resistir para sobrevivir. Somos los hijos y las hijas de grandes astrónomos y matemáticos que construyeron plazas ceremoniales o batey perfectamente alineadas con los ciclos de los astros, grandes navegantes de los mares y arquitectos que aprovechaban la naturaleza de una manera sostenible, abuelas y sabios conocedores de las medicinas de las plantas, artesanos e ingenieros de conucos y tinajas que dieron de beber y comer a generaciones por miles de años, y caciques y líderes que dieron su vida en nombre de la justicia.
En esta isla no sólo está la cuna de lo que hoy se conoce como Abya Yala o América. Esta isla es también el útero que dio origen a los fundamentos de los derechos humanos, la primera república, los primeros actos de resistencia por la justicia y los primeros diplomáticos y defensores del pueblo del continente.
Somos herederos de una cultura milenaria del Caribe, somos la continuidad de nuestros pueblos originarios que sobrevivieron,como explica el antropólogo Darcy Ribeiro, a través de la transfiguración étnica, fruto de la historia que nos hace un Caribe multicultural. Ribeiro explica que la transfiguración étnica es “la forma por la cual los pueblos se forman y se transforman, porque es transfigurándose que el pueblo mantiene su identidad, por hacerla viable a los nuevos tiempos y a las nuevas condiciones que enfrentan” (Ribeiro 2010: 74).
La historia nos enseña que ha sido la identidad cultural y nuestro patrimonio la principal fuente de fortaleza e inspiración para nuestro pueblo sobrevivir al genocidio y emprender un camino hacia el desarrollo. Reconociendo de dónde realmente venimos y cuáles raíces nos sostienen podemos nutrirnos para dar fruto al futuro que necesitamos para el beneficio de todos. En nuestras venas vive la memoria de un pueblo y cultura ancestral que remonta su presencia a miles de años antes de Cristo, que llevó a cabo un gran desarrollo cultural basado en la sabiduría del amor y el respeto, del vivir sin destruir, de complementar la naturaleza y la vida desde la creatividad y la interdependencia. La cultura nos conecta a nuestra tierra, a nuestra isla y a toda la familia caribeña a la que pertenecemos. A través de nuestro patrimonio encontramos nuestra identidad cultural, rica y diversa con los elementos arahuacos, africanos y europeos que hoy nos constituyen.
En lugares como las cuevas se hace tangible nuestra identidad cultural que tiene sus raíces primordiales en los pueblos originarios del Caribe. El arte rupestre de nuestros arahuacos (taínos) es patrimonio cultural y natural de nuestra isla y de la humanidad. Las historias grabadas en aquellas piedras son un elemento fundamental de nuestra cultura originaria.
Somos uno de los pocos países del Caribe y Latinoamérica que aún no ha reconocido plenamente sus raíces indígenas que permanecen vivas en nuestra gente y nuestra cultura, en abundantes manifestaciones intangibles y tangibles como en nuestro vocabulario, nuestra gastronomía, el casabe, los instrumentos de siembra, pesca y música, los petroglifos y las pictografías.
Formamos parte de una sociedad constituida en base a un genocidio que nunca ha sido reconocido como tal. Reconociendo las bases históricas y restaurando los elementos de nuestra identidad cultural podemos acompañar este proceso que estamos viviendo como sociedad. Reconocer y reapropiarnos de nuestro patrimonio es un gesto de sanación en sí mismo, es una reparación que no es sólo para nuestros taínos, sino para todos los dominicanos como sociedad.
Gran parte de la memoria de un pueblo y su identidad yace en el patrimonio natural y cultural que sobrevive a la historia, en sus paisajes y en su cultura. El patrimonio cultural se determina por el valor que una sociedad le atribuye a lo largo del tiempo y la historia. Como sociedad podemos reconocer nuestro patrimonio, asumir cómo se protege y se conserva para la posteridad, para la memoria de nuestro pueblo y cultura. Es nuestra responsabilidad como herederos del legado histórico y cultural preservar y utilizarlo para educar nuestra nación sobre la riqueza ancestral de la cual somos fruto.
Somos responsables de reconocer, cuidar y honrar el legado milenario ancestral de nuestra cultura. Hay muchas cosas que sanar y conciliar de nuestra historia para poder forjar nuestro futuro en un mejor país. No podemos continuar viviendo de espaldas a la realidad de nuestra historia. Respondiendo al llamado para juntos combinar acciones que traen un mejor futuro para nuestro país, reclamamos el derecho a nuestra memoria con nuestra presencia, nuestra voz, nuestras acciones y nuestra vida. Como sociedad podemos restaurar y salvaguardar nuestro patrimonio cultural en la memoria de nuestro país y nuestra gente. Anjankatú nitaino.
Por: Soraya Franco y Aya Alfonso / Diario Libre
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